Allá por los primeros años de la
década de los veinte del presente
siglo, los tiempos eran malos en
Michoacán. Una imagen de la
Guadalupana fue desgarrada con un
puñal en Morelia, y en Araró se
trató de destruir la sagrada Imagen
del Señor.
Cuando volvía de su estancia en
Zinapécuaro y ya en una de las
calles de Araró , al descubierto el
Cristo sobre la cruz, al pasar por
debajo de un arco hermosamente
arreglado, estalló una bomba.
Una astilla metálica se incrustó en
su pecho. Pudo haberle causado
mayor daño la explosión, más no fue
así. Con un pequeño trozo de
madera se tapó el orificio en forma
tan perfecta, que es difícil
percibir el lugar en que se clavó la
astilla.
Nadie supo con certeza quien fue el
autor del atentado.
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