Por una carta que el señor Figueroa
escribió a la Sagrada Mitra sabemos
que había la antiquísima costumbre
de llevar la imagen de Araró a
Zinapécuaro en las fechas
siguientes: El sábado de la semana
de Pasión y se la volvía a su
santuario en la pascua. Se le
llevaba nuevamente en julio para
hacerle un novenario por el buen
temporal. Y si se retiraban
las lluvias o había amenaza de
hielos tempranos, se le volvía a
llevar para hacerle rogativas.
Teniendo en cuenta que estas traídas
y llevadas pudieran causar algún
desperfecto en la imagen, el señor
cura Figueroa pidió a los Superiores
que permitieran que la imagen del
Señor permaneciera en la parroquia
de Zinapécuaro durante seis meses
continuado, empezándose a contar
desde el sábado de la semana de la
pasión. No conocemos documente
en el que se diga que fue lo que
contestaron los Superiores. No
accedieron seguramente a lo que el
párroco pedia y en lo que vino a
quedar la visita del Soberano Señor
fue en que llegara a Zinapécuaro el
jueves de la Ascensión.
Cincuenta días de permanencia.
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